Soledad y comida
Soledad y comida es una combinación muy habitual. La sensación que más nos inducen a comer (y muchas veces de manera compulsiva, antes de una cirugía de Tubo Gástrico) es la de sentirnos solos. Esta soledad aunque puede ser física, va mucho más allá, ya que a pesar de estar con gente nos podemos sentir solos, desamparados, abandonados, sin nadie que nos comprenda, nos apoye, no escuche…
Soledad y comida
Algunas personas describen esta sensación de soledad y comida como de vacío, de gran falta y de carencia. De aquí surge un impulso que puede ser tremendamente desagradable de agobio, de angustia, de querer salir de ahí y no saber como, de urgencia… Entonces una conducta a la que podemos recurrir es a comer para calmarnos, para tranquilizar esta angustia y tener el efecto de “llenarnos”, de calmarnos. No nos hemos de olvidar que desde que éramos bebés nuestros padres solían calmar nuestra angustia con comida. Si llorábamos no daban de comer, aunque posiblemente estuviéramos demandando otra cosa. Pues bien, esta manera de calmar con comida nuestro vacío llega con mucha frecuencia al estado adulto.
¿Qué puedo hacer con esta compulsión, con este sentimiento?
En primer lugar, hemos de hacer consciente que estamos en un estado de carencia, de falta (hay gente que ni siquiera es consciente de este estado, simplemente refiere tener una compulsión imperiosa por comer). Generalmente, queremos salir rápidamente de este estado, ya que como se ha comentado, nos genera gran angustia. Pero para conocerlo, es imprescindible que nos paremos, que nos quedemos en él, que respiremos profundamente y lentamente y nos focalicemos en nosotros mismos mientras nos preguntamos amable y cariñosamente cómo estamos, qué necesitamos, cuál es nuestra carencia. Y simplemente con centramos en nuestro cuerpo, en nuestra respiración, percibiendo como nos encontramos.
Si somos capaces de permanecer ahí el tiempo suficiente, es muy posible que nos vayan llegando las respuestas, que incluso vayamos conectando con ideas, imágenes, sensaciones remotas del pasado, que incluso no podamos poner en palabras, pero que están ahí muy presentes en nuestra vida, aunque de una manera muy sutil. De hecho, muchos dolores y traumas del pasado quedan registrados en nuestro inconsciente y relegados a él, de tal manera que se muestran de manera difusa pero importante en nuestra vida cotidiana. Así por ejemplo, si de pequeños hubieron situaciones en las que experimentamos gran angustia, inseguridad, soledad, frustración, indefensión, dónde nos sentimos violentados, no acompañados, no respetados, ignorados… estas experiencias quedan aparentemente al margen de nuestra vida, pero están ahí presentes en forma de vacío, ansiedad, miedos, compulsión…
Por ello, ahondar en este estado nos puede aportar una información muy valiosa acerca de nosotros mismos y de nuestro mundo emocional, y si somos suficientemente pacientes y valientes para mirarlo de cara a cara, no puede llevar a lugares de gran crecimiento y superación interior. Aunque si que es cierto que para afrontar dicho reto, en la mayoría de los casos, necesitemos de un sostén, de un profesional que nos acompañe, nos aporte seguridad, confianza…