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Publicado el 21 de octubre de 2016Última edición el 13 de mayo de 2020
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Obesidad y vergüenza

Yolanda Melero Puche
Licenciada en Psicología

Desafortunadamente vergüenza y obesidad suelen ir de la mano en esta sociedad, dónde por un lado se prima la delgadez y por otro, se nos inunda de publicidad sobre alimentos procesados ricos en grasas y azúcares. Es decir, la sociedad nos impulsa a comer alimentos insanos y por otro a estar delgados; de esta manera se favorece el tratamiento de la obesidad y vergüenza al mismo tiempo. En este artículo vamos a dar con algunas claves de este proceso, finalizando con algunas recomendaciones importantes para conseguir salir del círculo vicioso en el que obesidad y vergüenza se retroalimentan una a la otra.

Obesidad y vergüenza: una emoción social.

La vergüenza es una emoción social, dónde la persona internaliza una mirada crítica y descalificadora de fuera. Se da al percibir el mensaje que tal como soy no estoy bien, necesito cambiarme a mí para ser aceptado. Al mismo tiempo, suele haber una vivencia de soledad, de no sentir que hay alguien ahí que me acompañe, que me sostenga y comprenda lo que está ocurriendo; alguien que vea y entienda mi sufrimiento.

De hecho la persona obesa suele llevar esta vergüenza muy escondida para que nadie la vea, porque que puedan ver la propia vergüenza es una de las situaciones que genera más vergüenza a su vez. Por lo tanto, la persona tiende a esconderse, a ocultarse; a veces de manera literal, dejando de ir quedar con gente, de ir a la playa, piscina, cenas… y otras veces la ocultación se refiere más a los sentimientos y heridas internas, que quedan muy adentro, escondidos incluso de la propia conciencia de la persona. Desde fuera, por otras personas lo que se percibe es una distancia emocional, una falta de intimidad, el otro no “se comparte”.

Obesidad y vergüenza: la falta de autoestima.

La vergüenza es una emoción que envuelve a la identidad de la persona, hace que toda ella no se sienta merecedora del amor del otro y genera fuertes sentimientos de inferioridad respecto al resto. Los pensamientos que la acompañan son del tipo: “Nadie me va a querer”, “Soy deforme, defectuoso,…”, “Me van a rechazar”, etc. La vergüenza pues mina el sentimiento de valía y autovaloración de la persona obesa, haciendo que esta se sienta inferior, rechazable, monstruosa, no merecedora de tener un lugar, un buen lugar dónde sentirse reconocida.

Obesidad y vergüenza: una lucha sin fin.

Las personas obesas suelen estar en una actitud de lucha continua y desgastadora contra esa vergüenza que les acompaña muchas veces desde que eran niños o muy jóvenes. Es posible incluso que el sentimiento de vergüenza viniera antes y luego la obesidad hubiese devenido como consecuencia de la primera. Es decir, al avergonzarme de mi mismo entro en un estado de auto-odio, que me lleva a descuidarme (con la comida, ejercicio, bebida…) y a confirmar de esta manera mi vivencia interna de repulsión y rechazo a mí mismo. Lo que suele hacer la persona es realizar dietas y dietas, ejercicio físico,… que en temporadas pueden funcionar pero que no solucionan de raíz del problema de cómo la persona se siente con ella misma.

Desde la exigencia, la culpabilización, “el machaque” es imposible poder llegar a la aceptación y a la paz interior. Lo que se consigue es todo lo contrario, sentirse más frustrado, impotente, miserable… Estamos alimentando a nuestro sentimiento de vergüenza, que crece cada vez más, sintiéndonos más pequeños y fracasados.

Obesidad y vergüenza: Algunas recomendaciones.

Aceptar la propia vergüenza. El primer paso es dejar de luchar contra ella y reconocerla como parte de nuestra vida, de cómo nos vivimos a nosotros mismos.

Mostrarnos con vergüenza. Generalmente tendemos a ocultar nuestra vergüenza, y esto no hace más que esta crezca. Una vía más enriquecedora es mostrarnos con nuestra vergüenza, poder hacer y estar en la vida sin ocultarnos ya es en sí mismo un bálsamo que por lo menos hace que la vergüenza no aumente.

Buscar personas que nos comprendan y apoyen. La vergüenza tóxica aparece en vivencias de soledad y aislamiento. Por lo tanto, es básico el poder encontrar personas con las que intimar, con las que poder mostrarnos y sentirnos cerca, también en nuestras heridas, dolores…

Tener en cuenta la vergüenza propia a lo hora de elegir el método de cambio/ adelgazamiento. Por ejemplo, es importante evitar los métodos que nos llevan a exigirnos más a nosotros mismos, que implican dietas estrictas que suponen un gran esfuerzo que no vamos a poder mantener en el tiempo, sistemas que en vez de llevarnos a cuidarnos y respetarnos más, no llevan a esa lucha imparable contra nosotros mismos. En cambio, hemos de buscar sistemas que impliquen un cambio de vida sostenible, dónde se favorece un cambio permanente en la manera de comer y sentirse con uno mismo, dónde nos sintamos acompañados, mirados en cuenta, respetados como personas.

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